lunes, 12 de octubre de 2009

Pre-entrada

Como acostumbro en este blog, cada vez que subo algo viene introducido por una retahíla de excusas para decir qué me ha pasado... o algo parecido. Pues bien, volví de Santiago y llegó el fatídico verano. Desde esos días hasta hoy, que me pesa pero es ya taitantos de octubre, llevo pensando cómo escribir esta entrada. Mis palabras han podido ser muy distintas mientras iban transcurriendo los días, pero me he esperado a hoy.

Llegó el verano, y como es típico en los pequeños y jóvenes adolescentes como yo (adultos que lo lean y se identifiquen podrán decir con orgullo que han crecido, felicidades), se fue el ''amor'', ese bonito amor de 16 años, que te piensas que es el centro de tu vida y que lo conoces todo de él, y lo peor, no te crees que eres gilipollas por pensarlo hasta que desaparece. Porque eso sí, qué pronto desaparece. Qué tontería más grande eso del amor ¿no, Laura?... el caso es que se fue. Y ¿qué coño es el amor ahora mismo? ¿acaso todo esto me va a influir dentro de un mes? ¿para qué te valen tantas gilipolleces? ¿por qué se dicen tantas tonterías? o lo peor: ¿por qué he pensado tantas cosas sin sentido, pisando a mis principios?
En medio de todo el barullo, me encontraba yo cuando salí de los trapos apretados de niña dura. Qué fuerte te crees, pequeña, pero qué poco te sirve. Y hoy inevitablemente sientes rabia... te has desnudado por dentro y ahora estás perdida. ¡Corre, recoge tu ropa y volemos de aquí! Quizá, si no hubieras salido nunca del escondite no te sentirías tan sola...

El caso es que no he aprendido mucho, y el desencadenante creo que es que no tenía a nadie del que aprender (vaya torpeza por mi parte). Al contrario de esto, he deshechado todos los sentimientos ajenos que no me gustaban y he pensando en los míos, o mejor dicho, he dado vueltas y más vueltas con los míos, he enmarañado horas y horas de pasos y retrocesos con ellos. Me he exigido que salieran completamente como yo creía que estaba bien, y como está claro, no ha sido así. Me había olvidado de la palabra sentir, sustituyéndola por completo con pensar.
Pero eso sí, abandoné la máscara hace tiempo. Esta vez no he ocultado aquello que iba pensando, que error tras error resumía y con lo que hacía cada día una nueva conclusión... por lo que ahora tengo la sensación de no tener nada en claro. De no poder esculpir el final y seguir, porque esto sí que no puedo evitarlo: la vida es impredecible.
Después de este espontáneo psicoanálisis... volveré.